Hace dos meses asistí a mi acto de graduación por haber superado mis estudios de Máster Universitario. Cumplidos los 50, con más de 23 años de experiencia en mi profesión, fueron muchas las dudas que tuve para volver a ponerme a estudiar delante de carpetas, libros, apuntes, encontrarme con actividades de evaluación continua, tener que examinarme, esperar notas y exponer un Trabajo Fin de Máster. La conciliación familiar y el tener que dedicar tiempo y esfuerzo al estudio después de una jornada profesional se hacía complicado y difícil de entender, no solo para mí sino para todos aquellos con los que convivo. Fue una decisión importante y meditada.
Todos los días del año estamos en constante evolución en nuestras profesiones, nos adaptamos a los cambios constantes a los que estamos asistiendo, en el campo del Derecho, Economía, Medicina, etc., la digitalización, las nuevas tecnologías, y es aquí precisamente donde los mayores solemos pinchar. Pero estos cambios conllevan nuevos conocimientos, nuevos procedimientos, y la Formación es necesaria, con independencia de la antigüedad que podamos tener en nuestras empresas o profesiones liberales, como es mi caso; a la hora de tomar aquella decisión de estudiar un Máster Universitario, no miré mi fecha de nacimiento, ni los años de experiencia, ni que mis compañeros fueran a ser más jóvenes que yo (y que efectivamente así fue); percibí que en mi especialidad como abogado laboralista existían nuevas oportunidades debido a cambios normativos importantes y la rapidez con la que se implementaban, por lo que debía de tener la preparación académica de calidad necesaria y con ella adquiriría nuevas competencias.
El reciclaje profesional no debe de ser solamente iniciar una nueva actividad distinta a la que diariamente realizamos (reinventarse), también implica saber especializarse, ahondar en conocimientos, buscar nuevas oportunidades, fomentar la empleabilidad en el trabajo por cuenta ajena. La experiencia nos ayuda en nuestro quehacer diario, pero no nos ofrece plenamente la entrada a esas nuevas oportunidades que nos hacen más funcionales.
En mi caso concreto, son ya años defendiendo los intereses empresariales y de particulares ante la jurisdicción social, en materia de despidos, seguridad social, reclamaciones de cantidad, reestructuración de empresas, ERE/ERTE, períodos de consultas, negociación colectiva, etc. Pero la asesoría jurídico laboral no abarca solamente estas materias. La auditoría laboral se va imponiendo en las empresas, se hace necesaria y obligatoria en determinados casos; el asesoramiento en materia de negociación colectiva cada día es más demandada por los empleadores; extranjería es otra área esencial. E importante es que en este Máster que he finalizado, me han enseñado habilidades y competencias directivas para poder desarrollar los cometidos de un asesor jurídico laboral, una profesión que llevo ejerciendo algo más de 23 años, descubriendo no solo esas nuevas áreas funcionales sino la forma de poder llevarlas a cabo de una forma más consistente como hasta ahora. Anquilosarse en el tiempo y en unos conocimientos y materias que evolucionan y se modifican, es desaparecer del mercado laboral y profesional. Cuántas veces hemos escuchado el “reciclarse o morir” o “solamente sobrevivirán los mejores”. Pues precisamente en nuestro mercado competitivo en el que nos desenvolvemos, los mejores serán aquellos que estén formados, que se adapten rápidamente a los cambios, con independencia de la edad reflejada en cualquier documento de identidad y de la experiencia que se lleve en la mochila, importante ésta, por supuesto que sí, pero esa experiencia debemos de saber administrarla y adaptarla.
A colación de lo anterior, no puedo dejar pasar una competencia clave demandada en el mercado laboral actual, la flexibilidad, la capacidad de saber adaptarse a nuevas situaciones y oportunidades, y la formación continua de calidad es la herramienta esencial para la consecución de nuestros objetivos, pues además aporta un plus de motivación que aumenta nuestra competitividad. Nunca consideré esta formación universitaria como una obligación sino como una necesidad, y la Universidad UDIMA, a través de la experiencia y conocimientos de profesionales y expertos, ha conseguido aportarme ese complemento motivacional, aumento de confianza y autoestima, que me hará más flexible, buscar nuevas oportunidades, adaptarme a mis clientes y a lo que ellos buscan.
Fue un año duro de estudio, unido a la situación pandémica general, pero de esta situación hay que sacar los aspectos positivos, y consideré que era la hora de continuar estudiando. Pertenezco a una generación muy preparada, la que se ha denominado Generación X, y efectivamente, sin parecer que sea un horóscopo, es una generación que necesita el cambio, opciones y flexibilidad y dueños de nuestra propia carrera[i]. Nuestros hermanos de la Generación Y (los nacidos a partir de 1980) tienen una mayor formación, y por ello, formarse a los 50 se hace esencial para poder adaptarse a los cambios.